Llegaba, piel fuera de la
piel. Y la miraba como si en ella
estuviera su eternidad.
Estaba dispuesta a cambiar
para no cambiarla. Asumir sus imperfecciones de
mujer.
A pensar menos en números y
dejar nacer más palabras. Aceptar el desconcierto.
Vivir las noches en vigilia. Descifrar movimientos.
A conocer esos instantes en que la piel se funde con la piel hasta casi doler.
Cambiar su impaciencia por arrullos. Cantar
lo que un día supo escuchar.
Aprender a crecer. Creer que también se
puede renacer.
Nane