tengo un ojo que ve
y está herido.
otro que ve la periferia
y borronea todo lo que enfoca.
filosóficamente, concluyo que,
no quiero ver, o
que aún lastimada no puedo evitar ver, o
que, ¡ojo!, a los extremos
tiendo a verlos con buenos ojos...
sea lo que sea,
aún no estoy ciega
y ya dejé de verte a mi lado.
macarena.