domingo, 27 de enero de 2008

sin sabor

El salero ya no tenía sal y tampoco quedaba rastro de azúcar en el azucarero.
Los granitos se habían ido cayendo de a poco, uno tras uno, en una pelea enredada por la dignidad…
La comida resultó insulsa y esperaba que el té no se evaporara antes de que lo volviera a probar.
Tratando de no pensar, golpeó a esa puerta, pero no hubo respuesta de sabor, de color, tampoco de aroma. El gusto se fue extinguiendo, hasta silenciosamente irse olvidando... y se olvidó de ser una vez más...
Caminó, corrió y hasta una vuelta carnero pretendió dar. Se sintió ridículo por querer, por probar, por buscar aunque sea por última vez.
Volvió y miró la taza, ya todo estaba frío. Pensó que no valía la pena inquietarse nuevamente en busca de esa sensación, tratando de vivir, revivir con excesos, pensar qué era lo que lo hacía feliz.
Él creía saber donde estaba el azúcar, él creía saber quién escondió la sal, él creyó hacer todo para encontrar, pero se fue pensando cuál fue el error…
Ella no sabía de dos, ella no quiso compartir, ella se guardó el sabor entre los dedos y cerró su mano sin avisar…
Bete...

1 comentario:

Beterraba y Remolacha dijo...

tal vez el sabor no existe...ni la sal, ni el azúcar. Sólo el deseo de que sean, de que estén en nuestra boca. O de que estén en esa boca...