martes, 30 de diciembre de 2008

poemas mágicos



Entre balcones colgantes de Babilonia,
flores transparentes que van y vienen,
jardines secretos con llaves de madera,
golondrinas azules que aprendieron nuestros nombres,
entre todo eso y nada,
(soltando suspiros de fresa),
hubiera querido vivir mi vida entera.

Porque recuerdo mi cuerpo pequeñito
gateando en busca de los tesoros de tu apartamento;
porque me contaste de Barba Azul
y quise ser su esposa para enterrarlo entre los huesos de su sótano.
Porque dormí contigo sobre mil colchones apilados
y habitamos la misma historia que caperucita y los tres chanchitos.

Por eso y por seguir tomando el té invisible en tus tacitas de porcelana,
quisiera escribir algún día uno de tus poemas mágicos.
Poemas donde no importe viajar y volver sin valijas.
Donde robes narices, salgas a la calle en camisón
y prepares bananas con dulce de leche.

Tu voz desde la cocina me despertó
y corrí con cara de dormida para que me dijeras cuánto había crecido.
Últimamente en el mar flota conmigo una mujer con cola de pescado,
debe ser la sirenita recauchutada

o las lágrimas materializadas que te arranqué en rezongos.
No conocí tus rutinas aburridas en este mundo de mamarrachos,
porque “aunque la mona se vista de seda, mona queda”
y “el que quiere celeste que le cueste”.

No sé de la mujer enamorada de un hombre,
ni de la mamá con costumbres machistas...
de todo eso sólo me nutro de otros cuentos.
Sé de la trabajadora que acompañé a lo viejo de la ciudad
y de la abuela con una capacidad ilimitada para imaginar catástrofes sin límites.

La que regala el abuelo más loco del mundo,
inventa disfraces con lo que hay a mano,
hace pasar las horas con crucigramas,
teje buzos que sobreviven generaciones
y no le teme al diccionario.

Deliramos juntas deambulando por la casa de Durazno.
Conversamos sobre las cosas que veíamos sin verlas.
Y creo que lo último que compartimos,
antes de permitir que el abismo de nuestras locuras nos separara,
fue una coca cola con sandwiches calientes,
solas,
una noche cualquiera, de cualquier año.
O eso, de lo que hicimos, fue lo más loco.

Gracias a ti hay sentimientos que tienen nombre.
Eso lo sé porque a veces, como tú, no estoy cansada,
ni enferma, ni triste, ni tengo hambre,
sino que me duele el alma.

El resto de mí, que está formado por ti,
quiero convertirlo en las palabras de alguno de tus poemas mágicos.
Para que me enseñes otra vez a recitarlo
y del cuerpo no se me quiten nunca tus ademanes.



...lachita

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